Al contemplar tanta belleza, en un todo de magia absoluta e inusual, tengo miedo. Y percibo fuerte en mí una sensación de estremecimiento, como si todas las células de mi cuerpo fueran a estallar en un instante de plenitud máxima y sincera.
A diario reprimo mis emociones, porque la quiero y la deseo tanto que no puede ser bueno sentir siempre así.
Pero ahora no es momento de hacerlo; ahora el velo de lo cotidiano se aleja de mí, aunque sea por un segundo, y me muestra con nitidez la verdad. Palabras no son hechos, ni siquiera emociones, pero pueden servirme en algún modo para expresar este amor por ella.
A menudo las letras se me cansan y se quedan dormidas en el instinto. Y a mí me gusta así, porque me ayuda a retener toda la pureza de lo que me hace sentir esta pasión de amarla. No consigo concentrar esfuerzos al pensar en ella. Mis fuerzas se quedan cosidas a su voz y su imagen, que son la primera puerta a su alma.
Pero sé que debo intentar más a menudo desprenderme de todo y alzar hasta el cielo esta emoción de quererla.
Tan grande es que el vértigo del mar más profundo, o la montaña más alta, no son nada cuando los comparo a este asomarme, en cuerpo y espíritu, al amor; un amor tibio de luz que viaja por mundos inexplorados y bellos.
Sólo me queda decir ya ahora que no puedo ni pensar por un segundo en alejarme, aunque sea muy cerca, de su lado.
Brooke, te amo!!