Qué hay en ti, que me traes mil espiras de amor
con un gesto de tu mirada al contemplar tu rostro.
Cómo es posible alcanzar tan inimaginable belleza
cuando se abre a la luz tu inspiración en mi pecho.
Es tu reflejo de bondad el río de mis sentimientos,
la llegada de algo distinto a mi corazón y mi alma.
Eres espiga y eje de mi paz en todo devenir posible,
mucho más que placer o mero éxtasis de los sentidos.
En tu sonrisa amanece cada cosa que me hace soñar,
y el color de tu pensamiento es pura alegría de vivir.
Hay tantas cosas que quisiera poder decirte ahora,
este impulso nacido en el mismo fondo de mi ser.
Si no tuviera el coraje que de lo vivido aprendí,
nada me importaría salvo tenerte entre mis brazos.
Para vivir así, buscándote, hasta hacerme oscuridad
y sombra, alimento de un olvido que muriese al nacer.
Pero, al sentirte a mi lado, siento como la ingenuidad,
y cierta extraña clase de amor que apenas comprendo,
se apoderan de mi mente y mi ser, como si fuera un niño.
Es una extraña magia que me eleva por encima de mí.
Quiero tu felicidad, y me da igual lo que me suceda.
Ésa es la verdad más profunda, después de la pasión.