La frontera de lo imposible se quebró
cuando te vi por primera vez caminar;
alada sensación de fuego de estrellas
quemándome el pensamiento, anclado
a realidades fútiles de mi existencia.
El tiempo y la soledad de la tormenta
jamás lograron doblegar mis rodillas,
pero tu imagen fue un regalo de Dios
porque desde aquel día pude volar
y soñar en nuestra infancia la belleza.
No le temo a la vida ni a su adiós
pero no olvido cada día rogar por ti,
por la plenitud y felicidad de tu vida;
he aquí mi mejor forma de ser feliz,
liberado eternamente mi espírutu libre.